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Esta mañana me he despertado con un interesante artículo de Issac Vidal bajo el título de Quién quiero ser en interrogante. A través de un encuentro estratégico que tuvo ayer en Invat.tur habla de la necesidad de los destinos de definir ese “Quién quiero ser” como principal estrategia de marketing.

Al responder a esta cuestión en su blog me ha surgido una reflexión interesante que me gustaría comentar aquí: al final del artículo se habla de «centrando mucho el esfuerzo en la transformación del posicionamiento hacia unas coordenadas correctas.». Y ese paralelismo es exactamente lo que requiere un destino (si se me permite el concepto después de desacreditarlo en m anterior post), que es identificar las coordenadas exactas del sitio donde quiere llegar y avanzar poco a poco hacia allí, teniendo en cuenta que esas coordenadas no son fijas, sino que las propias dinámicas del mercado las varían. Por tanto creo que es necesario identificar esas estrategias que son la x,y,z y son las que, si se trabajan de forma equilibrada, nos acercarán al punto exacto a donde queremos ir, añadiendo al «Quién quiero ser» el «Dónde quiero ir».

Y cuáles son esas coordenadas? Bajo mi entender son la unión de los tres actores sociales que interactúan en un destino, lo que se ha llamado la triple hélice: la administración pública, la empresa privada y el tercer sector o sociedad civil. Considero que lo necesario sería que cada uno de esos actores identificara sus voluntades y necesidades en función de un objetivo, de un dónde quiero ir. El resultado final no será una posición definida unilateralmente sino de forma consensuada y seguramente más cercana a alcanzar el sitio que deseamos llegar como destino. El problema es cómo generar esos mecanismos de participación y de consenso pero eso da para otro post.

Por tanto el mapa en que “jugamos” no es fijo ni tiene dos dimensiones como antiguamente, sino que es un mapa dinámico, cambiante, que evoluciona casi a tiempo real y por tanto el objetivo donde ponemos el punto de mira cambia también. Es aquí donde considero que los Medios Sociales juegan un papel importantísimo más allá de la visión miope de vender en Facebook, nos permiten tener esa información de los mercados a tiempo real, nos permite como oferta una herramienta muy interesante para escuchar a la demanda y adaptarnos a sus necesidades, generando respuestas rápidas, maniobras en este mapa vivo que es el mercado actual y donde buscamos, como en la película de Adolfo Aristarain “Un lugar en el mundo”.

Desde hace tiempo se viene debatiendo en la red y en las políticas públicas la necesidad de generar un destino turístico atractivo. Realmente no podemos encontrar una definición de destino estandar, como siempre depende del profesional se fijará en una cosa: el economista en la generación de valor económico, el abogado en la defensa jurídica de los turistas y residentes, el sociólogo en el comportamiento de las masas, el psicólogo en la necesidad de generar emociones en el turista, el biólogo en la protección de la biodiversidad, el periodista en comunicar, el arqueólogo en la protección del patrimonio, el filólogo en el uso de las lenguas, el geógrafo en la unión de todos ellos y un largo etcétera.

Por tanto el concepto de destino se acerca más a una visión subjetiva que a una objetiva tal y como defiende mi amigo Juan Sobejano. Esto me recuerda a cuando estudiaba el concepto de paisaje y leía que un paisaje en sí es tan subjetivo como lo que ve y siente quien lo observa y por tanto no existe como tal y no puede homogeneizarse. Todo esto no es nada nuevo, ya en los años setenta hubo una corriente en la geografía humanista que desarrolló con fuerza el concepto de subjetivismo o behaviorismo (Psicología Conductista) y desarrollo la elaboración de mapas mentales, indicando cómo cada individuo veía su entorno de forma distinta según sus vivencia y por tanto la cartografía “oficial” era, cuanto menos, incompleta. Pero no podemos manejarnos con elementos puramente subjetivos e individualistas y para ello debemos encontrar elementos comunes entre nosotros que nos permitan objetivizar estos hechos. En mi opinión es aquí donde reside la clave del desarrollo de un destino, en saber identificar esos elementos comunes y para ello se deberían  desarrollar elementos  de participación ciudadana que en la actualidad se parecen más a las reuniones de propietarios de una finca. Pero es que encima el problema viene de nuevo cuando esos elementos comunes chocan frontalmente con los problemas de escala administrativa y política, ya que se generan distintas visiones e intereses entre Unión Europea, estado, comunidades autónomas, provincias, mancomunidades, comarcas, municipios y aldeas o urbanizaciones. Así podemos ver la multiplicidad de acciones para un mismo tema como son los carteles de bienvenida al turista, muchas veces repetidos a la entrada de los pueblos en un ejercicio de ineficiencia económica y gasto sin precedentes.

En mi modesta opinión el destino turístico, desde el lado de la oferta, no existe, sino que existen políticas públicas a diversas escalas e intereses particulares en torno a un concepto etéreo y manido. A eso sumamos la cantidad de profesionales que especulan con este concepto vendiendo grandes proyectos estratégicos o enormes plataformas subvencionadas de los cuales no se comprueba su retorno, no existe un control de ese gasto público. Así pues, el escenario actual es ese, hemos pasado de invertir en cientos de señales para indicar lo mismo a invertir en cientos de portales para enseñar lo mismo y mientras tanto, el turista se limita a disfrutar de sus experiencias sobre una montaña, vislumbrando un hermoso atardecer en el horizonte, sin pensar si quiera un momento si está pisando una frontera administrativa o si esa visión pertenece a un destino u otro, ya que en ese momento sólo le pertenece a él mismo.

El gran reto es mirarnos a nosotros mismos, tener una gran capacidad autocrítica y reconocer que algo falla y que el destino turístico es algo más que una marca, es un destino en si mismo, es una estrategia de desarrollo colectivo de un territorio, y que si queremos generar un destino turístico común antes hemos de tener un sueño en común, un horizonte como el que observa nuestro turista.